Primer plano detallado de suelo vivo con materia orgánica en descomposición, raíces visibles, hongos microscópicos y ecosistema edáfico completo, contexto agrícola español con cultivos de fondo.
Publicado el febrero 15, 2024

Contrariamente a la creencia popular, la salud de su suelo no se mide solo con un informe de laboratorio; se diagnostica observando el ecosistema vivo que hay bajo sus pies.

  • Un suelo sano se sostiene sobre tres pilares interconectados: la física (estructura), la química (nutrientes) y la biología (microorganismos). Ignorar uno es poner en riesgo los otros dos.
  • Prácticas como el laboreo constante destruyen la «arquitectura» del suelo, mientras que las cubiertas vegetales y la siembra directa la protegen y la enriquecen.

Recomendación: Deje de tratar su suelo como un simple sustrato y comience a gestionarlo como su activo más valioso, combinando la observación de campo con los análisis de laboratorio para tomar decisiones informadas.

Como agricultor, está acostumbrado a mirar al cielo esperando la lluvia y a vigilar sus cultivos en busca de plagas. Pero, ¿cuántas veces se detiene a «escuchar» lo que le dice su suelo? La respuesta habitual es enviar una muestra al laboratorio y ajustar la fertilización según los resultados de NPK y pH. Este enfoque, aunque necesario, es como si un médico solo mirase un análisis de sangre para diagnosticar a un paciente, ignorando su estilo de vida, su estado físico o su historial. Trata el síntoma, pero no entiende el sistema.

La agricultura moderna, y en especial la que busca ser sostenible y rentable en el contexto español, nos exige ir un paso más allá. La verdadera clave de la resiliencia de una finca no reside en la cantidad de fertilizante que aplicamos, sino en la salud integral de nuestro suelo. Un suelo no es un recipiente inerte; es un ecosistema complejo y vibrante, un activo biológico cuyo valor supera con creces al de la maquinaria. Este artículo no busca reemplazar el análisis químico, sino darle el contexto que necesita. Le enseñará a convertirse en un auténtico «médico de suelos», capaz de interpretar las señales físicas y biológicas que su tierra le envía a diario.

A lo largo de esta guía, desglosaremos un método de diagnóstico integral. Empezaremos por los fundamentos de un suelo vivo, aprenderemos a evaluarlo con nuestras propias manos, profundizaremos en el poder de la materia orgánica y la microbiología, y analizaremos cómo prácticas comunes pueden estar saboteando nuestro principal activo. Finalmente, entenderemos el suelo como lo que realmente es: la cuenta bancaria que garantizará nuestro futuro.

Los tres pilares de un suelo vivo: química, física y biología en perfecto equilibrio

Para diagnosticar correctamente la salud de su finca, debe pensar en el suelo como un taburete de tres patas: la química, la física y la biología. Si una pata falla, el sistema entero se desequilibra. La agricultura convencional se ha centrado casi exclusivamente en la pata química: los niveles de nitrógeno, fósforo, potasio (NPK) y el pH. Es información vital, pero incompleta. Un suelo puede tener los nutrientes químicos perfectos y aun así ser un desierto biológico incapaz de entregarlos a la planta.

La pata física se refiere a la arquitectura del suelo: su estructura, porosidad, densidad y capacidad para gestionar el agua y el aire. Un suelo compactado, por muy rico en nutrientes que sea, asfixia las raíces e impide la infiltración del agua, generando escorrentía y erosión. En cultivos como el olivar intensivo andaluz, con densidades de 300 a 500 árboles por hectárea, la compactación por el paso de maquinaria es uno de los mayores desafíos, obligando a una gestión específica para mantener la porosidad.

Finalmente, la pata biológica es el motor vivo del suelo. Hablamos de la macrofauna (lombrices, insectos) y, sobre todo, de la microbiología: miles de millones de bacterias, hongos, protozoos y nematodos. Este ejército invisible es responsable de descomponer la materia orgánica, reciclar nutrientes, crear agregados que mejoran la estructura y proteger las plantas de patógenos. De hecho, los microorganismos del suelo actúan como arquitectos naturales, creando canales y mejorando la porosidad, lo que influye directamente en la capacidad de retención de agua. Olvidar la biología es como tener una fábrica llena de materias primas (química) pero sin obreros que las procesen.

Un diagnóstico integral, por tanto, evalúa estas tres patas en conjunto, porque la solución a un problema químico (ej. deficiencia de un micronutriente) puede residir en una mejora física (mejor aireación) o biológica (activar los microorganismos que lo hacen disponible).

El diagnóstico con tus propias manos: 3 pruebas de campo para evaluar la salud física de tu suelo

Antes de enviar una muestra al laboratorio, sus mejores herramientas de diagnóstico son sus propias manos, sus ojos y una pala. Estas sencillas pruebas de campo le darán una radiografía instantánea de la salud física y biológica de su suelo, permitiéndole identificar problemas como la compactación o la falta de actividad biológica, problemas que un análisis químico nunca revelará.

Realizar estas evaluaciones es crucial, especialmente en un país donde, según datos de la Asociación Española de Agricultura de Conservación, se pierden anualmente hasta 7 toneladas por hectárea de suelo fértil por erosión. Un suelo con mala estructura es mucho más vulnerable. Aquí tiene tres pruebas fundamentales que puede hacer hoy mismo:

  1. La prueba de la infiltración: Excave un agujero de unos 15-20 cm de diámetro y profundidad. Llene el agujero con agua hasta el borde y mida cuánto tiempo tarda en infiltrarse por completo. Vuelva a llenarlo y mida de nuevo. Si el agua desaparece en pocos minutos, podría tener un suelo demasiado arenoso o agrietado. Si tarda más de una hora, es un claro síntoma de compactación o de una capa de labor que impide el drenaje. Un suelo sano y bien estructurado debería absorber el agua en un tiempo moderado (entre 10 y 60 minutos en la segunda infiltración).
  2. La prueba de la pala (o calicata): Con una pala recta, extraiga un bloque de suelo de unos 25-30 cm de profundidad. Observe su estructura. ¿Se desmorona en un polvo fino? Mala señal. ¿Sale en un bloque macizo y sin fisuras (laminar)? Signo de compactación. Un suelo sano mostrará una estructura granular o en bloques pequeños, como migas de pan, llenos de poros y canales de raíces. Debería poder deshacer los agregados con una ligera presión de los dedos.
  3. El conteo de lombrices: Al hacer la prueba de la pala, aproveche para contar las lombrices en el bloque de tierra extraído. Las lombrices son las ingenieras del suelo. Su presencia indica un ecosistema saludable, con buena aireación, humedad y alimento (materia orgánica). Si encuentra más de 8-10 lombrices por palada, su suelo goza de buena salud biológica. Si apenas ve alguna, es una señal de alarma de que algo va mal: puede ser compactación, falta de materia orgánica, pH extremo o uso de pesticidas dañinos.

Estas pruebas no le dirán los kilos de fósforo que necesita, pero sí le informarán sobre la capacidad de su suelo para retener agua, permitir el crecimiento de las raíces y albergar vida, que son las bases de una fertilidad real y duradera.

Materia orgánica: el oro negro que puede transformar la salud y rentabilidad de tu suelo

Si hay un parámetro que actúa como eje central de los tres pilares de la salud del suelo, es la materia orgánica (M.O.). No es solo «comida» para las plantas; es el pegamento que crea la estructura física, el almacén que regula la disponibilidad química y el hábitat que sustenta la vida biológica. Invertir en materia orgánica no es un gasto, es la mejor inversión para aumentar el capital de su suelo y, con ello, su rentabilidad.

Un suelo pálido, duro y polvoriento frente a uno oscuro, suelto y lleno de vida es la diferencia visual más clara entre un suelo pobre y uno rico en materia orgánica.

Antes y después visual de transformación de suelo: lado izquierdo muestra tierra pálida compactada con pocas raíces; lado derecho muestra tierra oscura rico en materia orgánica con red densa de raíces y microorganismos visibles en contexto agrícola español.

Como puede observar, la transformación es total. Un suelo con niveles adecuados de M.O. (idealmente por encima del 2%) retiene más agua, reduce la necesidad de riego, mejora la eficiencia de los fertilizantes, disminuye la erosión y aumenta la resiliencia de los cultivos frente a sequías o enfermedades. Pero, ¿cuánto es rentable aportar? Un caso práctico lo ilustra a la perfección: un estudio sobre un agricultor de cereal en Aragón con un suelo empobrecido (0,8% de M.O.) demostró que, para alcanzar un objetivo del 1,2%, necesitaba una gran inversión inicial. Sin embargo, los resultados fueron un aumento del rendimiento de entre el 15% y el 25%, una reducción del 20-30% en fertilizantes minerales y, sobre todo, una cosecha viable en años de estrés hídrico que hubiera sido un desastre en el suelo original. Los años siguientes, el mantenimiento es mucho menor.

Las fuentes de materia orgánica son variadas: estiércol, compost, restos de cosecha, cubiertas vegetales, etc. La clave no es solo añadirla, sino hacerlo de forma estratégica, integrándola en un plan de manejo que fomente su descomposición y humificación por parte de la microbiología del suelo. Convertir paja en humus es el verdadero secreto del «oro negro».

Por tanto, su primer objetivo tras un diagnóstico debería ser claro: evaluar y trazar un plan para aumentar o mantener los niveles de materia orgánica. Es la palanca más poderosa que tiene para mejorar la salud y la productividad de su finca de manera sostenible.

El ejército invisible bajo tus pies: cómo la microbiología del suelo trabaja para ti

Si la materia orgánica es el capital, la microbiología es la fuerza de trabajo que lo pone a producir. Bajo cada hectárea de su finca opera un «ejército invisible» de miles de millones de microorganismos que realizan tareas esenciales y gratuitas. Fomentar su diversidad y actividad es una de las estrategias más rentables de la agricultura regenerativa. Un gramo de suelo sano puede contener hasta un kilómetro de filamentos de hongos (micelio), redes que transportan agua y nutrientes, y miles de millones de bacterias que los procesan.

Este microbioma del suelo es responsable de:

  • Mineralización: Descomponer la materia orgánica y liberar los nutrientes (N, P, S) en formas que las plantas pueden absorber. Sin bacterias y hongos, el estiércol o los restos de cosecha serían inútiles.
  • Fijación de nitrógeno: Ciertas bacterias (como las del género Rhizobium en las leguminosas) capturan el nitrógeno del aire y lo convierten en amonio, un fertilizante natural y gratuito.
  • Solubilización de fósforo: Muchos suelos, especialmente los calcáreos de España, tienen altas reservas de fósforo, pero en formas no disponibles para las plantas. Ciertos hongos y bacterias producen ácidos que lo solubilizan, poniéndolo a disposición de las raíces.
  • Creación de estructura: Los hongos, con sus redes de micelio, y las bacterias, con sus exudados pegajosos, agrupan las partículas del suelo para formar agregados estables. Esta es la base de una buena «arquitectura del suelo», que mejora la infiltración y reduce la erosión.

La diversidad de este ejército es clave. Investigaciones de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET) y universidades españolas demuestran que el manejo agrícola, el pH y la aridez son factores determinantes. En dehesas de Extremadura, por ejemplo, prácticas como la siembra de leguminosas o incluso el abandono controlado fomentan poblaciones bacterianas mucho más diversas y resilientes.

Además, no todos los suelos son iguales. Un estudio en condiciones de secano mediterráneo, comparando suelos calcáreos y yesosos, encontró que los suelos calcáreos (comunes en Castilla-La Mancha) presentaban una menor funcionalidad, indicando degradación. Esto implica que las prácticas agrícolas deben adaptar la gestión microbiológica al tipo de suelo específico de la región. No hay una receta única; hay que fomentar el ecosistema local.

Prácticas como la rotación de cultivos, el uso de cubiertas vegetales diversas o la reducción del laboreo son formas directas de alimentar y proteger a este valioso aliado, reduciendo su dependencia de insumos externos y aumentando la salud general de su finca.

El arado como enemigo: por qué labrar la tierra puede estar destruyendo tu principal activo

Durante generaciones, el arado ha sido el símbolo de la agricultura. La imagen de la tierra negra y volteada se asocia con un trabajo bien hecho. Sin embargo, desde la perspectiva de la salud del suelo, el laboreo intensivo es uno de los actos más destructivos que podemos realizar. Es como si para arreglar una casa, decidiéramos demolerla cada año. Cada pase de arado o cultivador pulveriza la estructura del suelo, rompiendo los agregados que la microbiología ha tardado meses en construir.

El laboreo expone la materia orgánica al oxígeno, provocando una oxidación acelerada que la «quema» y libera CO2 a la atmósfera, en lugar de convertirla en humus estable. Destruye las redes de micelio fúngico, vitales para el transporte de agua y nutrientes, y diezma las poblaciones de lombrices y otros organismos. A corto plazo, puede controlar malas hierbas y airear una capa superficial, pero a largo plazo, crea una «suela de labor» compactada justo debajo de la profundidad de trabajo, reduce la infiltración de agua y deja el suelo desnudo y vulnerable a la erosión por viento y lluvia.

La alternativa es la agricultura de conservación y, en particular, la siembra directa. Esta técnica elimina el laboreo, sembrando directamente sobre los restos del cultivo anterior. Los beneficios son enormes: se protege la estructura del suelo, se aumenta la materia orgánica, se fomenta la vida microbiana y se mejora drásticamente la infiltración de agua. Además, tiene un impacto económico directo, con un ahorro medio de combustible de 26 litros por hectárea frente al laboreo convencional. Para los suelos más difíciles, como los arcillosos pesados del Valle del Ebro, existen soluciones intermedias como el laboreo en bandas (Strip-Till), que trabaja solo una pequeña franja donde va la semilla, dejando el resto del suelo intacto.

Plan de acción: Acogerse al eco-régimen de Siembra Directa (PAC 2023-2027)

  1. Verificar requisitos: Asegurarse de poder realizar siembra directa en, al menos, el 40% de la superficie para la que se solicita la ayuda.
  2. Planificar la rotación: Es obligatorio rotar el cultivo cada año en las parcelas acogidas. Planifique una rotación coherente con sus objetivos agronómicos y de mercado.
  3. Gestionar la cobertura: Comprometerse a mantener el rastrojo o una cubierta vegetal sobre el suelo durante todo el año, sin laboreo.
  4. Calcular los pagos: Estimar los ingresos según el tipo de cultivo (47,67€/ha en secano, 151,99€/ha en regadío, con ajustes por superficie) para evaluar la rentabilidad.
  5. Considerar la plurianualidad: Planificar la repetición en la misma superficie para optar al complemento de 25€/ha a partir del segundo año.

Pasar a siembra directa no es un proceso inmediato y puede requerir un periodo de transición, pero es una de las inversiones más seguras para construir un suelo resiliente y una finca verdaderamente sostenible y rentable a largo plazo.

Viste tu suelo: el poder de las cubiertas vegetales para proteger y enriquecer tu tierra

Dejar el suelo desnudo es una de las prácticas más perjudiciales en agricultura, especialmente en climas con lluvias torrenciales y veranos secos como el español. Un suelo sin cobertura es vulnerable a la erosión, la compactación por el impacto de la lluvia, la pérdida de humedad por evaporación y las temperaturas extremas que aniquilan la vida microbiana superficial. La solución es simple y elegante: «vestir» el suelo con cubiertas vegetales.

Una cubierta vegetal es un cultivo, ya sea sembrado (como una mezcla de leguminosas y gramíneas) o espontáneo, que se mantiene entre las hileras de un cultivo principal (como olivar, viñedo o almendro) o entre dos cultivos comerciales en una rotación. Su función no es ser cosechada, sino proteger y mejorar el suelo. Actúa como un «paraguas» que intercepta la lluvia, una «esponja» que mejora la infiltración y un «termostato» que modera la temperatura del suelo.

Hilera de árboles (olivar, viñedo o almendro) con cubierta vegetal viva visible entre plantas; composición aérea mostrando contraste entre suelo cubierto verde y viñas/olivos estructura.

Los beneficios de esta práctica son múltiples. Las cubiertas vegetales aportan materia orgánica cuando se siegan y se dejan en superficie (mulch), alimentando a la microbiología. Si se incluyen leguminosas (veza, yeros, habas), fijan nitrógeno atmosférico, reduciendo la necesidad de fertilizantes. Sus raíces crean canales que descompactan el suelo y mejoran su estructura. Además, atraen a insectos beneficiosos y polinizadores, creando un ecosistema más equilibrado. La nueva PAC 2023-2027, a través de sus eco-regímenes, incentiva económicamente esta práctica, reconociendo su valor estratégico.

La siguiente tabla, basada en el Eco-régimen P4 de la PAC, detalla las ayudas disponibles para cubiertas en cultivos leñosos, demostrando el claro apoyo institucional a esta práctica.

Comparativa de tipos de cubiertas vegetales por cultivo leñoso y pendiente (PAC Eco-régimen P4)
Tipo de Cubierta Cultivos (Olivar, Almendro, Viñedo) Terrenos Llanos (<5%) Pendiente Media (5-10%) Pendiente Alta (>10%, bancales) Gestión
Espontánea o Sembrada (Viva) Todos 61,07€/ha 113,95€/ha 165,17€/ha Siega mecánica 4 meses mín (Oct-Mar, CC.AA define fechas)
Inerte (Restos Poda) Todos 61,07€/ha 113,95€/ha 165,17€/ha Trituración e incorporación antes 1-Mar, mínimo 0,5m ancho
Pastoreable (Ovejas/Gallinas) Olivar, Almendro Variable + ingreso ganadería Variable + ingreso ganadería No recomendado alta pendiente Pastoreo controlado primavera-otoño

Integrar cubiertas vegetales en su sistema de producción es pasar de un modelo extractivo a uno regenerativo, donde no solo se cosecha un producto, sino que también se construye activamente la fertilidad del suelo para el futuro.

Descifrando el informe del laboratorio: qué significa cada número de tu análisis de suelo

Después de haber evaluado la física y la biología de su suelo con sus propias manos, es el momento de integrar la tercera pata: la química. El análisis de suelo de laboratorio es una herramienta potentísima, pero solo si se sabe interpretar en el contexto de un ecosistema vivo. Un número aislado no significa nada; es la relación entre los diferentes parámetros lo que nos cuenta la historia completa. Para garantizar la fiabilidad, el primer paso es siempre elegir un laboratorio acreditado y tomar una muestra representativa.

El proceso para asegurar un análisis de calidad es el siguiente:

  1. Selección del laboratorio: Busque un laboratorio que esté acreditado por la ENAC (Entidad Nacional de Acreditación) bajo la norma UNE-EN ISO/IEC 17025. Esto garantiza que sus métodos y resultados son fiables y trazables.
  2. Elección del análisis: No se limite al NPK. Un buen análisis básico debe incluir pH, materia orgánica (M.O.), conductividad eléctrica (C.E.), y capacidad de intercambio catiónico (CIC). Para un diagnóstico completo, considere añadir micronutrientes (hierro, zinc, manganeso, etc.) y la relación entre cationes (Ca/Mg, Mg/K).
  3. Muestreo correcto: Este es el paso más crítico. Una mala muestra invalida el mejor análisis. Para una parcela homogénea, tome entre 15 y 20 submuestras en un patrón de zigzag, a la profundidad de trabajo de las raíces (0-25 cm para herbáceos, 0-20 y 20-40 cm para leñosos). Mezcle todas las submuestras en un cubo limpio y de ahí extraiga una muestra final de unos 500 gramos.

Una vez que reciba el informe, no se obsesione con los niveles «óptimos» genéricos. Interprételos en conjunto. Por ejemplo, un nivel alto de fósforo en el análisis no sirve de nada si tiene un pH muy alcalino (típico de suelos calcáreos), ya que el fósforo estará bloqueado y no disponible para la planta. La solución no es añadir más fósforo, sino trabajar para mejorar la actividad biológica que puede ayudar a solubilizarlo. Del mismo modo, la Capacidad de Intercambio Catiónico (CIC), que mide la capacidad del suelo para retener nutrientes, está directamente ligada al contenido de arcilla y, sobre todo, de materia orgánica. Para aumentar su «despensa» de nutrientes, debe aumentar la materia orgánica. Esta visión integral es crucial, y para reforzarla, el gobierno español está llevando a cabo el plan más ambicioso de su historia, muestreando más de 8.000 puntos en todo el país para crear un mapa detallado del carbono orgánico en los suelos agrícolas.

El informe del laboratorio no es una sentencia, es un punto de partida para una conversación con su suelo. Úselo para confirmar sus observaciones de campo y para guiar sus acciones de mejora física y biológica, no solo para redactar una receta de fertilización química.

Puntos clave a recordar

  • La salud del suelo se basa en el equilibrio de tres pilares: química, física y biología. Un diagnóstico completo debe evaluar los tres.
  • La materia orgánica es el componente más importante, ya que mejora la estructura, la retención de agua y la actividad biológica.
  • Prácticas como la siembra directa y las cubiertas vegetales son inversiones directas en el «capital» de su suelo, protegíendolo de la erosión y aumentando su fertilidad a largo plazo.

Tu suelo es tu cuenta bancaria: cómo invertir en su fertilidad para asegurar tu futuro

Piense en la salud de su suelo no como un coste operativo, sino como su principal cuenta de inversión a largo plazo. Cada práctica que mejora su estructura, aumenta su materia orgánica o fomenta su biología es un ingreso en esa cuenta. Cada laboreo innecesario, cada episodio de erosión o cada aplicación excesiva de químicos es una retirada de fondos. Al final de la campaña, la rentabilidad no solo se mide en la cosecha obtenida, sino también en el saldo de fertilidad que queda en su «capital edáfico».

Esta perspectiva es especialmente crítica en el contexto actual de la agricultura española, amenazada por una grave crisis de relevo generacional. Según datos recientes, en España ya hay más agricultores mayores de 90 años que menores de 30 al frente de una explotación. ¿Qué legado estamos dejando a la siguiente generación? Una finca con suelos degradados, compactados y con menos del 1% de materia orgánica no es un activo, es un pasivo, una carga que desincentiva a cualquier joven que se plantee tomar el relevo.

En cambio, una finca con un suelo sano y resiliente es la mejor herencia posible. Como señalan los expertos en desarrollo rural:

Los suelos sanos y resilientes son la mejor herencia y el principal argumento para asegurar la viabilidad de la finca para la siguiente generación, más importante incluso que estructuras o maquinaria.

– Expertos en desarrollo rural y agricultura sostenible, Reflexiones sobre el acceso a la tierra en relevo generacional agrícola (España)

Estudios de viabilidad demuestran que invertir durante 5-7 años en regenerar la salud del suelo puede aumentar el valor patrimonial de la finca entre un 15% y un 30%, además de mejorar la rentabilidad anual. Un suelo que gestiona bien el agua y recicla sus propios nutrientes es menos dependiente de insumos caros y mucho más resistente a los vaivenes del clima, garantizando una producción más estable año tras año.

Realizar un diagnóstico integral y empezar a invertir hoy en su suelo no es solo una decisión agronómica inteligente; es un acto de responsabilidad financiera y un compromiso con el futuro de su finca y del sector agrícola en su conjunto.

Preguntas frecuentes sobre El suelo no es tierra, es vida: la guía para un diagnóstico integral de la salud de tu finca

¿Qué nivel de materia orgánica es óptimo para mi cultivo?

Para la mayoría de los cultivos en el contexto español, un nivel considerado medio-alto, entre 1,5% y 2,5%, es un objetivo excelente. Valores por debajo del 1% indican un suelo empobrecido que requiere una aportación urgente de materia orgánica. Si supera el 3%, posee un suelo muy fértil y puede permitirse reducir la frecuencia de las aportaciones, centrándose en el mantenimiento.

¿Cuál es la relación entre pH y disponibilidad de nutrientes?

El rango de pH ideal para la máxima disponibilidad de la mayoría de nutrientes se sitúa en la neutralidad, entre 6.0 y 7.0. Es crucial entender que la escala de pH es logarítmica. En suelos calcáreos, muy comunes en España, con un pH superior a 7.5, la disponibilidad de micronutrientes como el hierro (Fe), el zinc (Zn) o el manganeso (Mn) se reduce drásticamente. En estos casos, más que añadir el nutriente, la solución pasa por usarlo en forma de quelatos o aplicar técnicas que generen acidez localizada, como el uso de ácidos orgánicos.

¿Con qué frecuencia debo hacer análisis de suelo?

La frecuencia depende del parámetro. Para los más variables y ligados a la fertilización, como el fósforo (P) y el potasio (K), se recomienda un análisis anual o cada dos años. Para parámetros más estables que cambian lentamente, como la materia orgánica (M.O.), el pH o la textura, un análisis cada 3 a 5 años es suficiente. Sin embargo, si está en un proceso de transición a prácticas regenerativas como la siembra directa o el uso de cubiertas, es muy recomendable realizar un análisis anual durante los primeros 3 años para monitorizar la evolución del suelo.

Escrito por Elena Navarro, Elena Navarro es bióloga con más de 20 años de experiencia en edafología, reconocida por su enfoque holístico de la agricultura regenerativa y la restauración de ecosistemas.